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Me he pasado toda la noche en vela midiendo el dolor de tus ausencias y los kilómetros que nos separan, y aunque la distancia no es que sea demasiado extensa, parece que entre tu piel y mis añoranzas han crecido abismos de indiferencia. He calculado también los días que llevo con esta carga a cuestas y las ilusiones venideras que se han tenido que quedar en el bolsillo a la espera de volverse grises y marchitos y por si acaso he tenido en cuenta el peso de mis tan odiosas lágrimas con una pequeña y volátil esperanza de que al derramarlas todas, el dolor se hiciera si acaso un poco más llevadero pero mas bien parece que ocurre todo lo contrario y es que por cada lágrima que cae y acaricia mis mejillas, mi pena engorda al menos cien gramos más y la cruz se hace menos llevadera... Lo peor de todo no es el hecho de que todos y cada uno de mis pesares son, lógicamente, por lo que un día fuimos y como el humo de un cigarro se esfumó, si no que a día de hoy llevo unas cuatrocientas horas sin apenas pestañear porque mis lágrimas saladas no hacen ni siquiera el esfuerzo por quedarse al menos unos días en casa, las muy imbéciles no me dan ni un pequeño atisbo de tregua.
LLM
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